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Bitácora de un Prisionero

  • Foto del escritor: Eduardo Brockman
    Eduardo Brockman
  • 8 jul 2022
  • 1 Min. de lectura

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Julio 08

2022


Hoy detesto esa mala costumbre que nos inculcaron a los hombres: no hablar de nuestros sentimientos. Y efectivamente hoy me siento tan mal que creo que no pertenezco aquí.

Es extraño, porque claramente no soy lo que hoy estoy siendo. Estoy haciendo caso omiso al consejo o filosofía de vida que he pregonado los últimos años: Buena vibra. No dejarse vencer por la neblina oscura.


Realmente, en este escrito no pretendo contar qué es lo que pasa específicamente, pero sí aclarar que algo malo pasa. Me estoy convirtiendo preso de mis pensamientos antagónicos, me estoy abandonando, me estoy desmoronando.


Mi respiración se interrumpe con alta frecuencia, privandome del mínimo alivio que siento en diversos destellos del día y mi pecho me empieza a estorbar, incomodar, apretar. Luchando para evitar el vibrar de mis manos ante el inminente miedo que se apodera de mis venas.


No puedo dejar de pensar en querer estar bien, cuando nado en las profundidades de la angustia. Bañado en las mieles de la inseguridad. Ahogado en el océano de la ira frustrada. No puedo dejar de querer en no sentirme mierda.


Devuelvanme a mí. Regresenme la esencia, limpia… como ha sido siempre.

-O al menos eso quiero hacerme creer-.


— — — —


Árbol seco.

 
 
 

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