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CRÓNICAS DE UNA MUERTE NO EVITADA

  • Foto del escritor: Eduardo Brockman
    Eduardo Brockman
  • 15 sept 2021
  • 1 Min. de lectura

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AY!

AY!

AY!

Mi espalda va a reventar.

Expido fuego por la boca

y la garganta seca está.


AY!

AY!

AY!

No me puedo ni parar.

La noche negra presencia

los estragos de la enfermedad.


Terquedad de macho.

Miedo de humano.


Cuentan que cuando lo fueron a traer de la cueva,

cual justo de haber salido de un sauna, su cuerpo estaba.

Inmediatamente lo montaron a las ruedas

y alejados de la noble bruja estar procuraban.


Los temblores de un esqueleto que enfermo está.

El sudor que cae por la frente y pecho de antaño,

una mente que aún no percibe su actual daño.


En una pacífica morada

descansaba,

atendido por mujeres,

a las que antes cuidaba.


AY!

AY!

AY!

Mi espalda va a reventar.

Expido fuego por la boca

y la garganta seca está.


AY!

AY!

AY!

Ya no puedo respirar.

La noche negra presencia

los estragos de la enfermedad.


Trasladado al caldo fatalista,

atendido iba a ser.

y de forma intermitente

el bienestar vislumbraba en su ser.


Zozobra en el ambiente,

ahogada la esperanza,

energía espiritual atada,

confusión a cada momento.


Una tarde de mitad de semana

llegó la noticia especulada,

la cual los cuerpos heló:

“Solicitamos su presencia inmediata,

pues su familiar ya falleció”


AY!

AY!

AY!

Mi corazón va a estallar.

¿Cómo es posible que esto suceda?

Y no pudimos antes visitar.


AY!

AY!

AY!

No lo puedo soportar.

La noche negra se traga

aquellos llantos cual torrencial.



Descansa en paz, tío.



 
 
 

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