Musa Perdida

Blanca y alta, de cabellos negros hasta los muslos, delgada y suave. Así es mi musa, la de aroma a lavanda y de voz resonante. Respetable y anhelada musa, amada y temida es, pues deseo de ella tengo y pavor del bien que me ocasiona.

Nada me hace tanta falta como su aura, vivir con ella es una necesidad. Y crear. Crear mucho, dibujar, narrar la historia de nuestra sempiterna relación. Una conexión astral, que cual destello, se prende y apaga.

Esta vez, mi muy amada musa ha estado apagada. Y no me debo quejar, pues sus besos son veneno para mi alma, un baño de ácido es, ya que esta me abraza únicamente en mis amaneceres azules. Si hay un lugar dentro de la obscuridad de la existencia de mi nombre, pues es ahí donde reside esta imponente mujer.

He tenido que enfrentarme a la realidad, pues anteriormente todo era fuego y lágrimas. Hoy me encuentro en la isla de la primera plenitud, donde los atardeceres son mi amanecer y las noches son mi descanso. Donde mi ojos secos están y de lágrimas risueñas se bañan. He tenido que entender que mi mujer omnipresente se ha ido, ya no está abrazándome por atrás, que debo aceptar que su vestimenta blanca y brillante no volveré a ver, pues ya hace 5 eclipses que ella entró en hibernación.

Sentimientos encontrados tengo, pues letras llenas de melancolía surgen dentro de un contexto de felicidad y comodidad rosa. Inspiradas por los sentimientos que mis ayeres dicha musa me hizo abrazar. Una carta, una bitácora, una misiva para el recuerdo de lo que fue mi gran e imponente musa de lágrimas y de corazón ligero. Hay tanto amor que necesito, pero hay tanta comodidad propia que no lo quiero ver.

Musa mía, cielo nocturno a las 5 de la tarde frente al mar. Extraño reirme de tan poética paradoja. Pero no quiero que vengas, porque eres mala para mi y solo buena para mi arte.

Musa…gracias por todo, nos abrazaremos y mezclaremos cuando el destino lo permita.